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lunes, 19 de abril de 2010

Capitulo 10



-¡Hola!
-¡Buenos días Nicole!
Melisa tenía una gran sonrisa en la boca, seguramente le encantaran las matemáticas.
-¿Le has cogido el dobladillo a la falda no?
-Sí, jaja. No me gusta tan larga.
-Ya. A mí tampoco pero mi madre me obliga.
-La mía es que como esta liada con la mudanza casi no se entera de lo que le digo.
La profesora entró en la clase. Nicole se dirigió corriendo a su sitio justo a lado de la ventana, sacó el libro de matemáticas y comenzó a repasarse el tema, luego colocó un papelito con algunas soluciones justo en el borde de la ventana y guardó el libro.
-¡Comienza el examen! ¡Suerte!
Al cabo de una hora la profesora recogió los exámenes y se marchó. Nicole había copiado pero aún así dejó parte del examen en blanco.
Se levantó del sitio y se puso a hablar con Melisa.
-¿Qué tal el examen?
-Pues la verdad, bastante mal las matemáticas no son mi fuerte.
-Jaja ¿qué dices? Es la cosa más fácil del mundo.
Esta tia está realmente loca, no puede ser. A nadie coherente le gustan las matemáticas.
Las clases trascurrieron sin más novedades Samanta, la más popular de toda la clase interrumpió cinco veces a los profesores por llamar la atención las otras chicas la miraban boquiabiertas.
¡Que ridículo!
Esa morena de pelo largo con la falda muy corta y el polo transparente ¡Era la diosa!
A mí no me lo parecía era una chica normal como todas las demás en realidad todas éramos iguales incluso había niñas mucho mas monas que ella solo que no sabían sacarse partido así mismas.
A la salida espere a Melisa sentada en un escalón mirando como Samanta se acercaba al edificio de enfrente dónde estaban los chicos. ¡El tío de ayer! Como era de esperar un capullo como ese debía de tener alguna relación con una capulla como aquella.
-¿Vamos?
-¡Claro!
-¿Te cae bien Samanta?
-No he probado a hablar con ella, si no llegas tú yo me quedo sola.
-¿Enserio? Yo creo que todas somos iguales.
-¿La has visto? ¡Es una diosa!
-No creas, hay chicas más monas.
-Bueno.. no sé. Quizás.
-¿Dónde comemos?
-¡A mí me da igual!
-¿En una pizzería?
-Génial.
Las dos se dirigieron andando y riéndose por las calles estrechas de Barcelona.
-Hola, buenas tardes ¿mesa para dos?
-Claro, acompáñenme.
La camarera era una chica joven con una falda negra por las rodillas y una blusa blanca. Nos sentó en una mesa cerca a la cocina y nos dio una carta.
-Una coca-cala y una pizza de jamón york y queso.
-Yo una cerveza y una pizza cuatro quesos.
-De acuerdo.
-Melisa ¿bebes cerveza?
-Si, esta buena.
-¿Enserio? ¡Me parece que está asquerosa!
-Jaja. ¡Qué dices!
-¡Qué sí! Sabe rara.
Las dos chicas estuvieron toda la comida hablando de cosas sin sentido y manteniendo unas conversaciones un tanto estúpidas y absurdas, se comieron sus pizzas y se marcharon en autobús.
Me pasé todo el tiempo mirando a Melisa aquella chica de ojos claros que se pasaba todo el día sonriendo la verdad cada vez me sorprendía más, éramos tan diferentes.
-Mamá, esta es Nicole.
-Hola.
-Hola señora.
Nos dimos dos besos y enseguida Melisa me tiró del brazo para subir a su habitación, la casa era mucho más grande y espaciosa que la mía. Pero mi madre era bastante más guapa.
Su habitación estaba hecha un desastre y tan sólo tenía en el armario ropa de niña de 12 años, vestidos por la rodilla y falditas con volantes.
Pensé en decirle que si ese realmente era su vestuario habitual pero decidí callarme.
Estuvimos escuchando música un poco extraña, canciones que jamás había oído y que desconocía por completo. Me sonó el teléfono era Sophie, pero decidí mentirle.
-¿Quién es?
-Mi madre, tengo que irme.
-Jo... Vale adiós.
Baje las escaleras como una moto y me despedí de la madre abrí la puerta y salí de aquella casa.
-Dime Sophi
-¿Qué tal?
-Bien ¿Tú?
-Te echo de menos.
-El sábado hay una fiesta de todos, tienes que venir.
-Lo intentaré aunque no te prometo nada.
-Te quiero
-Yo más.
Nicole colgó el móvil y una pequeña lágrima cayó de sus ojos, enseguida se la secó y siguió andando hacia su casa
Tantos y tantos recuerdos, tantas y tantas experiencia vividas y que en un día de repente todo se esfume. Todo era tan difícil de afrontar, echaba de menos mi casa de Madrid, echaba de menos Madrid.
Mamá no estaba en casa, Catherine estaba sentada en su mesa haciendo los deberes, la lamparita encendida y los codos apoyados, decidí no molestarla y entré en mi habitación.
Encendí el ordenador y empecé a chatear con amigos, con gente que de verdad me quería, yo ya tenía mis amigos. ¿Por qué los había tenido que dejar?
Baje a la cocina a cenar algo y luego me puse el pijama y me acosté. Al rato noté que Catherine también cenó y se acostó.
Miré el reloj y eran las doce y cuarto. ¿Dónde estaría mamá?
Hoy casi no había hablado con ella en todo el día.
Me despertó el ruido de la puerta. Era mamá, acompañada de un hombre bajito con gafas y sin pelo. ¡Qué mal gusto!
Entendía perfectamente que mamá quisiera rehacer su vida pero que lo hiciera bien. Me hice la dormida y noté su frío beso y un susurro de buenas noche.

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