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domingo, 30 de mayo de 2010

Capitulo 36

¿Miedo? ¿Yo? Nicole, la palabra miedo no está en tu vocabulario, yo nunca tengo miedo, siempre he sido una persona sencillamente valiente, que se arriesga. Me solté la coleta y moví mi pelo. Él se quedó en seco mirándome, asombrado. Me subí a la parte de atrás de la moto y él enseguida arrancó y metió primera.
Sentía como el viento golpeaba mi cara, me agarré con más fuerza a su torso.
Notaba perfectamente los abdominales, como si pudiera contar las onzas de chocolate que había en él. La autopista marchaba sesenta, él iba a ochenta. No, yo no tenía miedo.
Cerré los ojos y recordé aquella noche en la que todo era perfecto, aquella noche de cumpleaños en la que lo hice con él, con el chico que yo quería, Todo eran pensamientos agradables. Mi pelo se movía a la velocidad del viento, podía ver a lo lejos la playa. El mar, me recordaba a aquellos día de verano en los que tan bien lo pasaba sentada en la arena sin hacer completamente nada, tan sólo escuchar el sonido de las olas golpear sobre la orilla, buscar piedrecillas o hacer una albóndiga en la arena, miles de recuerdos pasaron por mi cabeza en aquel preciso instante. Para cuando me quise dar cuenta, él frenó en secó.

-Luego, ¿te vengo a buscar?

-Si te ofreces no puedo decirte que no.

-Pues aquí estaré, ya conoces mi cara.

Me giré y comencé a caminar hacia la heladería.
Una chica apoyada sobre una puerta blanca en la que había una inscripción de “Farineli” miraba constantemente en reloj y luego daba patadas al suelo. Sus gafas de sol relucían ante el reflejo del sol de las ocho y diez minutos de la tarde. Sus vaqueros pitillos le quedaban demasiado ajustados.

-Diez minutos tarde como siempre Nico

-Joder Saman ni que fuese para ponerse así.

-Pues si algún día llegas puntual invito yo al helado, como no llegas invitas tú.

-Jaja ¡que graciosa! Ni de coña, estoy tiesa

-Seguro que no más que yo.

-Yo te juro que sí.

-Bueno vamos a la cola

-¡Que de gente!

-Es lo que tiene “llegar tarde”- Samanta pronunció aquellas últimas palabras con mayor hincapié.- por cierto, ¿quién venía en la moto contigo?

-Ahh pues mejor dicho con quién iba yo en la moto. Iba con Bob

-¿Con Bob? ¿Nicole tu quieres morirte?

-No, conduce muy bien.

-Ya y tanto..

Se quedó mirándome. Las dos permanecimos un rato en silencio mirando nuestros al rededores.

Samanta dio un grito.

-¡Míralos!- dijo señalando a Melisa y Jonh que estaban en el centro de la heladería morreándose, todos los miraban.

-¡Qué asco! Parece que quieren que todos les miren.

-Pues creo que lo están consiguiendo.

Capitulo 35

Ninguna se atrevió a formular aquella pregunta, que se desvaneció en nuestras mentes.
Catherine me sorprendió bastante, le estaba echando ketchup a los espaguetis y se había puesto como tres kilos se espaguetis, me quedé embobada mirando su plato. Últimamente había engordado bastante, yo diría que incluso estaba un poquillo mas rellenita que antes de adelgazar. Decidí apartar aquel tema de mi mente y volver a concentrarme en mi plato de espaguetis con ketchup
Aún a mis dieciocho años no había aprendido a comer espaguetis, se supone que hay que enrollarlos en el tenedor y ayudándote de la cuchara comértelos. Pero no sé por qué a mí siempre se me caían y alo mejor me llegaba uno a la boca. Así que había decidido hacerlo a la manera “Nicole”, los corto con las tijeras y me los como con la cuchara.
Papá jugaba con la servilleta y ponía ciertas miradas como diciendo “esta noche…” no quería continuar la frase, quizás me estaba preocupando demasiado por la situación pero la verdad es que todo era tan confuso. Mamá miraba fijamente a papá.
El silencio reinaba en la mesa, Catherine lo interrumpió.
-¿Os vais a volver a casar?

-¿Qué pregunta es esa?-le contestó mamá histérica.

¡Dios mío! Como se había puesto ni que fuese a comenzar la guerra. Mamá comenzó a gritar cosas sin sentido, a reñirnos sin ninguna explicación, sin ningún tema en concreto. Las típicas broncas que te echan tus padres que carecen de coherencia. Me levanté de la mesa y metí mi plato en el lavaplatos. Me fui para mi habitación dejando a Catherine sola con los gritos de mamá.
Cerré la puerta. Me tiré en la cama. Di vueltas, me puse a mirar el techo, pintura blanca estaba ya algo desgastada, se veían algunas grietas. Me frote los ojos y abrí la ventana.

Aquella melena rubia y aquel beso de HOLLYWOODme resultaba totalmente familiares, sin duda alguna es lo que tú estas pensando en este preciso instante.
Melisa y Jonh habían vuelto a su lugar favorito. Aquellos dos coches era como su pequeño escondite de enamorados y yo era la desesperada que los observaba como si deseara ser en ese momento Melissa,.
Cerré enseguida la cortina y abrí el armario. Había quedado con Samanta, no tenía muchas ganas la verdad, pero la pobre necesitaba información acerca de mi noche.
Cogí lo primero que vi, nada nuevo. Me cogí la mochila marrón y las llaves de la Vespa y salí de casa.

-Nicole ten mucho cuidado

-Si mamá, no me subiré a motos de “desconocidos”

Le dije adiós con la mano y me subí a la Vespa, metí la llave. Arranqué.

La carretera estaba medio desierta, no había apenas coches. Únicamente delante mía había un Audi A3 de color rojo, lo adelanté. Era una mujer con sus dos hijos.
La carretera era mía.

-¡No me lo puedo creer! ¡Mierda!

La moto se me había parado en seco. Intenté arrancarla y no servía de nada.
Me bajé de ella, aproveché que no había coches y comencé a empujarla hasta la acera mas cercana.
Un Harley se acercó a toda pastilla hacia mí. Era Bob

-¿Necesitas que te lleve amorcito?

-Me lees el pensamiento cariñito. Aunque en tu moto ni lo sueñes.

-Venga anda sube. Tampoco a sido para tanto, un par de heriditas de nada. ¿A la princesitas le da miedo?

-Eres un cabrón , cerdo, asqueroso y .. y..

-¿Y?

-¡Déjame!

-Estas en medio de la calle ¿qué vas a hacer?

-Siempre habrá alguien mejor que tú.

-Veo que estas enfadada.

-No

-¿Entonces?

-Entonces nada, no quiero ir contigo y punto.

-Ves lo que yo decía, amorcito mío tienes miedo.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Capitulo 34

Mis ojos comenzaron a abrirse lentamente. No recordaba como había llegado a aquella habitación del hospital. Me empezaron a doler las heridas del brazo y de las piernas.
La puerta se abrió y un hombre calvo con gafas me dirigió una amable sonrisa.

-¿Estas mejor? Enseguida te hacemos la radiografía y te daremos el alta.

Aquel hombre, que deduje que era un médico, me destapó y me dio la mano para levantarme.
Me hicieron la radiografía. Poco después llegó mi madre muy apurada.

-¡Ese sin vergüenza! ¡Lo voy a denunciar! Pero ¿cómo se te ocurre?
- Mamá por dios no me montes el numerito.

El médico intervino.

-Pues señora su hija está estupendamente. Alguna que otra herida pero nada grave.
-Gracias a Dios. Muchísimas gracias por todo doctor.
-A usted señora- dijo mientras nos acompañaba a la salida.

Papá estaba parado en doble fila con el BMW de mamá. Mamá me abrió la puerta trasera y me ayudó a subir. Luego se sentó en el asiento de delante.

-Te lo voy a repetir una sola vez, ¿cómo se llama el chico con el que ibas en la moto?
-Pero ¿por qué? Mamá ha sido culpa mía
-Al parecer él ha cometido un exceso de velocidad por lo que la culpa o ha sido tuya.
-Sí, yo me solté de él.
-Ya pero si el hubiese ido un poco más despacio nada hubiera pasado.
-Pero si no ha pasado nada.
-¿Nada? No sabes lo preocupada que me tenías. No vienes a casa para dormir y luego me llaman del hospital diciendo que mi hija se ha caído de una moto y que él conductor ha desaparecido.
-Pero ¡Ya esta! Tampoco ha sido para tanto y ¿cómo que ha desaparecido?
-Al parecer llamó a la ambulancia y te acompañó al hospital, luego se marchó.

Me quedé un rato en silencio. La conversación acabó ahí. Papá no dijo ni una sola palabra iba con una mirada. No había cambiado nada en absoluto desde aquella vez que se fue y no lo volví a ver.
Desconozco los detalles de por qué habían vuelto ¿qué motivos tenía mamá? pero preferí quedarme callada, prefería verlos así.

Bajé del coche. Estaba bien, aunque me seguía doliendo bastante el brazo.
Catherine abrió la puerta enseguida y salió a darme un abrazo.

-¿Estas bien?
-¡Sí! Dios mío esto no es para tanto
-Solo estaba preocupada
-Más lo estuve yo por ti
-Eso ni lo sueñes
-¿Qué no?
-Pues no
La miré. Me mordí los labios a la vez que sonreía y le susurré.

-¡No!

Me cogió del brazo y me llevó a la cocina.

-Ahora el tema serio
- Me preocupas
-Has visto a papá y a mamá
-Si han vuelto ¿no?
-Pero es muy raro. No pueden volver así como así. Están divorciados
-Ya .. la verdad no sé
-Papá ha venido con todas las maletas. Al parecer se queda.
-¿Si?

No me respondió simplemente me señaló todas las maletas que al parecer eran de mi padre.

-¿Qué habláis vosotras dos?-dijo mamá sonriendo.

-¡Nada mamá!- le respondió Catherine.

-Venga a poner la mesa las dos.

El teléfono sonó.

-Nicole ¿Cómo estas? ¿Qué te ha pasado? ¿Con quién ibas?
-¡Dios mío Samanta espera!
-A las ocho en Farineli y no quiero una respuesta.

Colgó.
Fui otra vez a la cocina y me entró una extraña sensación al ver la mesa para cuatro personas que no podría describir en aquel momento.

Catherine me dirigió la mirada.

-Algo pasa.

-Lo sé.

-¿El qué?

-No sé.

-¿Preguntas tu o yo?

martes, 11 de mayo de 2010

Capitulo 33.

Su cazadora Levi´s vaquera solo me cubría hasta la rodilla. Me desperté por el frío que sentí el los pies. Giré la cabeza y lo vi a mi lado en calzoncillos. Se volvió a tirar encima de mí y me besó.
-Me aplastas

-Pues anoche no decías lo mismo.

-Cerdo.

Comenzamos a reírnos y a mirarnos. Las ocho y media de la mañana. Lo aparté de encima de mí y me tiré yo sobre él.
Me quité su cazadora de las piernas y me la abroché.

-¡Venga rápido levanta!

-¡Eh! ¿A qué vienen ahora esas prisas?

-Mi madre se va a enfadar.

Era evidente, lo había hecho aquella noche y con él. Aquello último era lo peor de todo. Con él, con Bob, con el mismo chico que en mi cumpleaños se lió con otra.
Era un cabrón, aún no entiendo porque me sigue gustando tanto. Pero así era, estaba locamente enamorada de él. Preferí cerrar los ojos para no ver la cara del gilipoyas con el que me había acostado esta noche.

Cogí mi bolso y metí el traje y los zapatos en una bolsa. Me puse unos calcetines y fui hacia la salida.
Él corrió detrás de mí.

Me monté en la parte de detrás de su moto esperando a que se pusiera los pantalones en mitad de la calle.

-¿De qué te ríes?- me miró.

-De nada.

-¿Pretendes que te lleve a tu casa?

Le dirigí una mirada. Él la entendió perfectamente. Me agarré a su torso desnudo y enseguida arrancó y metió primera.

Era bastante agradable es aire frío de aquella mañana, no había apenas tráfico. La avenida estaba desierta.

Metió un acelerón. Me agarré a él con más fuerza. Lo sentía mío, sentía que ya nadie me lo podía quitar. Aunque quizás todo eran simples imaginaciones mías, no creo que sea un chico serio. Después de todo todavía no somos novios.
Cerré los ojos, por un segundo tuve miedo.

-Puedes ir más despacio por favor.
-¿Qué pasa tienes miedo?

Volvió a acelerar.

-¡Para!

-No quiero

-¡Joder!

Cogimos una curva. Había alcanzado la máxima velocidad. Tenía miedo. Me solté por un momento de sus perfectos abdominales. Y para lo último que recuerdo ya estaba en el suelo de la carretera.

Me dolía la cabeza. Noté como él paro, se bajo y me cogió en brazos.

-Ambulancia al 234 de M-54

-Enseguida vamos para allá.

-Lo antes posible. Rápido.

Aquella conversación telefónica es lo último que recuerdo de aquella mañana. Mis ojos se cerraron y todo estaba negro. ¿Qué pasaba?

lunes, 10 de mayo de 2010

Capitulo 32

-Se abalanzó sobre mí.- dijo Bob mientras se la quitaba de encima.
El cerdo simplemente se limitó a decir aquello. Permanecí perpleja mirando a Linsay. Linsay era una chica que me había presentado Samanta, así a primeras parecía muy simpática. Muy callada. Algo parecida a nosotras, pero daba la sensación de que a alguien así no se le puede tener como amiga, si no como todo lo contrario.
Después de todo yo no estaba saliendo con Bob, él era libre al igual que yo también lo era . No dije nada, di un paso para atrás y cerré la puerta.
Fui a la cocina cogí la tarta de cumpleaños con las dos manos. Fui a paso ligero a pesar del dolor que sentía en los pies. Volví a abrir la puerta donde se encontraba Bob, ella ya no estaba. Bob me dirigió una sonrisa. Yo se la devolví algo más amarga.
-Me das un trocito de tarta.

-Hombre pues claro, es más te la regalo entera.

Le tiré la tarta en la cara. Cuando su cara ya estaba blanca por la nata con algunos trocitos de chocolate me acerqué y cogí un poco.

-Está muy buena.

Me marché, esta vez del todo satisfecha. Volví a la mesa del salón.

Los invitados estaban esperando la tarta. Por suerte tenía mas de una ya que había contado que vendría mucha gente.
Mamá a pagó las luces, Samanta y Catherine se pusieron a mi lado y todos comenzaron a cantar el famoso cumpleaños feliz que yo tanto odiaba, era algo tan poco origina. Me limité a sonreír cargada por todas las miradas. Me sonrojé.
Mamá me dio un abrazó y papá otro.

-Nicole cariño tu padre y yo nos vamos ya para casa con la abuela.

-De acuerdo mamá.

Le di un beso a cada uno y los acompañé a la puerta.

Mis tíos y familiares comenzaron poco a poco a irse. Se levantaban me decían “Adiós, que sigas tan guapa como siempre” y se marchaban. Yo les daba un beso.

Pronto nos quedamos Samanta dos chicas más y yo, bueno y Bob por supuesto pero estaba todavía en aquella sala.

Comenzamos a bailar, a reírnos de tonterías y yo comencé a abrir mis regalos.
Algunos me hacían demasiada gracias como el pijama de Hello Kitty que me habían regalado por mi dieciocho cumpleaños ¿a quién se le habría ocurrido?.

Samanta no podía aguantarse la risa cuando le conté todo lo de Bob y su amiga la tarta. Las demás chicas nos seguían el rollo riéndose sin apenas entender de que estábamos hablando.

A la que no volví a ver fue a Lindsay, desde que la dejé ahí tirada con mi futuro marido no volví a saber de ella. Había desaparecido. Que falsa por dios.

Acompañé a Samanta y a las demás a la puerta. Las despedí a todas y me quedé un rato contemplando la gran avenida casi desierta a las cinco y cuarto de la mañana.

A lo lejos vi a Lindsay me moví un poco para intentar ver con quién hablaba. Estaba hablando con la secretaria de mi padre. Con aquella mujer que casi me arruina la familia, seguramente ella le habría comido la cabeza a esa pobre chica para que me jodiera mi fiesta de cumpleaños, pero evidentemente no lo había conseguido porque todo me había salido perfecto.

Me olvidé por completo de Bob.

Me quité el traje, me solté el pelo.
Comencé a buscar mi bolsa donde había metido la ropa para cambiarme.

-Buscabas esto.

Estaba en braguitas, de repente me acordé de Bob ¡Mierda!.
Mi cara comenzó a ponerse roja. Él levantó la bolsa para que yo no la pudiese coger y comenzó a dar vueltas por él local.
En el local ya no quedaba nadie tan solo él y yo jugando como dos niños de cinco años peleándose. Él corría más y más rápido yo me rendí.

-¡Venga dámelo ya que no tiene gracia!

El me la tiró. Me con ella se tiró él. Me estampó contra él sillón y comenzó a besarme.

“Dos en una noche menudo cabrón”


domingo, 9 de mayo de 2010

Capitulo 31



Me asomé por la rajita que quedaba abierta del cuartillo de la cocina. No me lo podía creer. Dos bocas juntas unidas besándose apasionadamente en la oscuridad, sin peleas. Preferí no meterme, ya estaba lo suficientemente tranquila respecto a ese tema. Me dolían los pies, es cierto para estar guapa todas tenemos que sufrir. Todas queremos ser como las famosas con los taconazos pero ¿pensamos realmente en nuestros pies?. Me estaba desviando un poco de mis asuntos. El pasillo que separaba la cocina de la sala con los invitados era amplio y bastante largo, me choqué con varios camareros jóvenes que me saludaban con una sonrisa. Me dirigí nuevamente a mi mesa, me senté al lado de Bob.
Se estaba tomando un Gintoni, yo me limité a seguir pidiendo Coca Cola. La gente hablaba, chillaba, se escuchaban conversaciones de todo tipo. Mujeres que desconocía aunque ellas aseguraban que me habían visto de pequeñas no paraban de dirigirme miradas. Bob me metió un codazo. Se acercó a mi oreja me hizo un leve susurro, estaba borracho. Lo levanté de la mesa, lo agarré y le ayudé a ponerse en pie. Se apoyo en mi hombro y lo acompañé al baño.
-Nii..Nicole qué que yo yo te quiero-dijo muy borracho apenas mude entenderle.
Le mostré una sonrisa e hice el amago de irme cuando de repente se tiró sobre mi. Me tiró al suelo. Comenzó a besarme.
No me dejaba aunque tampoco es que yo quisiese que él parara. Pero estaba boracho probablemente a la mañana siguiente no se acordaría de esto.
Lo miré a los ojos, su aliento apestaba.
-Me aplastas
-Déjame un un poco más..
Lo quité de encima mía, el no puso apenas resistencia por lo que no me resultó del todo difícil.

Lo llevé a una pequeña sala que había con dos sillones. Lo deje tumbado ahí y cerré la puerta. Samanta estaba de pie algo preocupada parecía estar buscándome.

-¡Nicole!
-¿Dónde te habías metido?¿Por ciento quién era este tio?
-Un amigo
-¿Un amigo muy maduro no?
-No seas tonta

Las dos explotamos en una carcajada.
Mis padres salieron agarrados de la mano por el pasillo, se sentaron a lado y me sonrieron. Yo les devolví la sonrisa.

Catherine estaba hablando con amigas mías, parecía estar pasándoselo bien. Sobre todo parecía que le gustaban los rollitos de bacon. La saludé con la mano, ella me guiñó el ojo.

Todo parecía estar bajo control, volví con Samanta hacia la mesa.

Todo el mundo reía, hablaba, comía. Me lo estaba pasando muy bien.

El timbre sonó. Bajé rápidamente al hall.
No sé quien podría ser , todos los invidatos ya estaba aquí. No faltaba nadie.

Abrí la puerta y puse mi sonrisa de recibir a gente. Una mujer muy pintada, con una falda roja muy corta y unos tacones de aguja. La reconocí. Era la secretaria de papá.
La mujer por la cual mis padres se habían peleado.

Mi sonrisa se borró de mi cara.

-¿Esta tu padre?

-No, no ha venido.

-¿Me dejas pasar?

Los labios me temblaron, no me salía el ¡no! Que evidentemente debía de decirle, no me salía nada. No sabía lo que hacer. Odiaba aquellos momentos, no valía para esos tipos de problemas.

-No puedo.

-De acuerdo

La mujer se retiró. No insistió lo cuál me pareció bastante raro.

Volví a subir a la sala, estaba algo aturdida. Cogí un puñado de croquetas unas diez o doce y me las metí todas en la boca, para evitar responder preguntas a nadie.
Me las fui tragando una a una me manché toda la cara.
Pasé por delante de la mesa donde estaban mis padres, los dos cogidos de la mano. Como siempre había sido. No quise meter la pata, preferí callarme lo que acababa de ver y seguí hacia delante como si nada hubiese pasado. Como si aquel momento que acababa de vivir no hubiese existido.

Fui a ver como estaba Bob. Abrí la puerta.
Dos piernas muy finas, se movía. Una melena morena se agitaba rápidamente, reconocí el tatuaje de Bob en sus brazos fuertes y musculazos, en esos brazos que tantas veces había yo soñado estar agarrada.

Di un paso hacia delante.

Los dos levantaron la cabeza. Bob me miró.

Se quedaron en silencio.

Capitulo 30



¡Esto era totalmente surrealista! Tenía su cara a apenas dos centímetros de la mía y estaba helada de pies a cabeza. Él esperó un poco a esa distancia, no era como el cretino de John, quería comprobar si a mi me importaría. Y, sinceramente, ni yo misma sabía la respuesta a esa pregunta. Así que me quedé muy quieta, esperando que él averiguara antes que yo lo que yo misma quería.

Se acercó aún más y sus labios apretaron los mios durante un segundo escaso, un simple piquito. Pero sólo había sido una prueba para ver mi reacción.

Esta vez me besó de verdad, no fue en plan película. Fue aún mejor, porque era real, él no pretendía hacer que pareciera un beso de película, lo estaba sintiendo de verdad. Yo lo noté.

Fue un beso largo y fuerte. Cuando me soltó yo respiraba como si acabara de correr desde Madrid hasta aquí sin parar. Me dolía el pecho. Pero a la vez me sentía mejor que nunca, sentía que todo era perfecto en ese instante.

Me miro a los ojos y yo hice lo mismo. Vi que quería que le diera una respuesta. ¿Qué quería que le dijera? “Ha sido el mejor beso de toda mi vida, ¡quiero salir contigo! ¡quiero que no me dejes nunca!, ¡que me beses así cada día!” ¡No! ¡Nicole! ¡Contrólate! A ver... tenía que decir algo o salir por patas. Por un momento me apeteció poder elegir la segunda opción, pero estaba clavada en el suelo, si me movía era bastante probable que me cayera. Eso si que no me lo podía permitir, sería patético.

-Y-y-yo...- ¡Otra vez el tartamudeo! Bueno, esta vez era un poco más comprensible ¿no?

Él vio que dudaba. Sabía que no iba a ser capaz de decir una frase completa por mi cuenta.

-No hace falta que me sueltes un parrafada como la que te he echado yo. Sólo dime si te ha molestado, si es así, me voy ahora mismo, pero si...

-¡No!- no pude evitarlo, sólo era pensar que podría irse en ese momento... - ¡No te vayas!... No me ha molestado.

-Siento haber sido tan bruto... En verdad sólo quería preguntarte si saldrías conmigo mañana. Ya sabes. A enseñarme Barcelona. La cosa se me ha ido de las manos.

Yo preferí seguir hablando en susurros, si no, no iba a ser capaz de controlar la voz y acabaría chillando como una histérica.

-No importa, de verdad. Me encantará enseñarte Barcelona.

Él sonrió. Yo me puse de un color más vivo que el 'Rojo Pasión' de mis uñas y le devolví la sonrisa.

Entramos en la fiesta y le presenté a todo el mundo como si nada. El problema venía cuando algún familiar graciosillo saltaba con lo típico de: “¡Qué guapo es tu novio, Nico!” y yo miraba al suelo deseando que se abriera un agujero debajo de mis pies en ese momento.

Después de presentarse se sentó en la mesa de las personas entre 16 y 25 años y cenó como el resto de los invitados.

Yo me dirigí hacia la cocina. Había desconectado por completo durante un minuto, probablemente el mejor minuto de mi vida. Pero no podía desconectar más. Tenía que saber cómo iba la cosa con mis padres.

Me imaginaba encontrarme con muchas cosas distintas: una riña, un castigo, un llanto, o incluso que alguno de los dos me dejara de hablar durante un buen tiempo,… Lo que no vi venir fue lo que me encontré.

Sin duda aquella era la mejor noche de mi vida.

Capitulo 29




Me quedé paralizada. Él me miró de arriba abajo y dijo en voz muy baja:
-Hola…
-…- 'Espera'. Me dije a mí misma. 'Esto no es real'. No podía ser, ¿no? No, definitivamente estaba alucinando. A lo mejor el golpe que me había dado había sido más fuerte de lo que creía. Pero no era así, estaba allí, podía verle, podía notar cómo se ponía nervioso al ver como se me subían los colores… ¡Era Bob!

Yo me había quedado de piedra, con la boca medio abierta, como una tonta, sin saber qué decir. El silencio empezaba a incomodarme cuando él dijo:

-Felicidades, por cierto.

-Gra-gracias…- ¿Estaba tartamudeando? ¡Venga ya! Yo no soy así. Yo no tartamudeo. Siempre he sido una persona abierta, que dice lo que piensa sin cortarse, al menos, no tan fácilmente.

Me puse aún más roja. Pero intenté tranquilizarme.

-B-bueno y… ¿qué haces aquí? En Barcelona, quiero decir.

-Un amigo de mi primo, que vive por aquí, se enteró de que hacías una fiesta y de que yo te conocía, así que me avisó. Sólo quería felicitarte…

Ahora fue él el que se puso colorado. Yo ya me había relajado.

-¡Oh! Pues gracias… ¿quieres…? en fin ¿Quieres pasar?

-Claro.

-Por aquí.

Iba a dirigirme al salón con los demás invitados cuando él me cogió de la muñeca para que me parara y me diese la vuelta. Casi se me sale el corazón del pecho.

-Espera…

-¿Qué pasa?

-No es cierto, no he venido sólo a felicitarte- empecé a decir algo pero él me cortó- Escúchame, por favor. Primero tengo que decirte que tengo una media de 7 en el instituto, sinceramente, no necesitaba a tu hermana para hacer los deberes- ¿A qué cuento venía eso? ¿Qué pintaba Catherine aquí?- Sólo pretendía... Quería acercarme a ti, conocerte, aunque en realidad yo ya se cómo eres tú... la cosa era que tú me conocieras a mí. No se, a lo mejor te gustaría saber cómo soy yo ¿no?...

Me quedé como una estatua, se me aceleró el pulso, notaba el descompás de mi respiración. Él empezaba a derivar, creo que ni él mismo sabía ya lo que estaba diciendo cuando de repente se paró y cambió el tono de su voz.

-Por favor ¡dime algo! Bueno ¿sabes qué? No importa, no digas nada... - Me pareció que se iba a ir y me entró un miedo horrible por el cuerpo. Pero él se acercó más, todavía no había soltado mi muñeca, así que tiró de mi y me puso la otra mano en la cintura para girarme y que quedara totalmente frente a él. Acercó su cara a la mía y a mi me empezaron a sudar las manos.

Cada vez estaba más cerca y yo seguía sin saber qué hacer, aunque claro, tampoco se si hubiera sido capaz de hacer algo aunque supiera lo que debería ser...

Capitulo 28

Estaba preparada. Al menos en lo que se refiere al aspecto. Llevaba el vestido largo que me había comprado con mi madre para la ocasión, con el pelo liso suelto que me llegaba más debajo de la altura de los hombros, estaba lista. Pero estaba nerviosa.
Fuimos al sitio donde iba a ser la fiesta algo así como una hora antes de que empezara a llegar gente, para asegurarnos de que todo estaba en orden.
Empezó a llegar la familia, primero los más cercanos: mis abuelos, algún tío que vivía por allí cerca y los correspondientes primos. Yo había tenido que ir ha recibirlos a todos.
Me lo estaba pasando genial con mi familia y amigos, que habían llegado poco después. Tuve que ir, una vez más, al hall a recibir a otro invitado. ¡Tierra trágame! Pensé al verle. Me encantó ver a mi padre, por supuesto, pero me puse de los nervios. Entre una cosa y otra no me había dado tiempo a montar una explicación para mamá. ¿Qué le iba a decir? “Mamá, invité a papá hace tiempo y no te lo he dicho porque me daba miedo que me echaras a los leones”. ¡No era plan!
-¡Hola papá!- me eché a sus brazos y le dí un beso por mejilla. A él eso le pilló con la guardia baja, pero se recobró y también me saludó:
-Hola cariño, yo también me alegro de verte- dijo entre risas. Se retiró de mi abrazo y me dio un regalo mal envuelto diciendo el típico “felicidades”. No lo abrí, lo dejé con el resto de los regalos. Ya lo abriría más tarde.
-Gracias papá, ¿vamos?
-Vamos.
Y allí estaba yo, de camino hacia la muerte… vale, a lo mejor exageraba un poco, pero si que me esperaba un buen castigo.
Mi madre no nos vio entrar, pero parte de los invitados eran familiares de la familia de papá, y empezaron a saludarle, contentos de verle allí, mamá vio la bulla y vino a ver quién había llegado. Me quise morir cuando vi su cara. Papá reaccionó ante el sonido de horror que hizo mi madre:
-Cariño por favor, hablemos un segundo.
En ese momento mi madre me miró extrañada y horrorizada a la vez, yo puse cara de disculpa, no podía sentirme más culpable por no haberle avisado.
Se fueron a hablar al pequeño habitáculo que había entre la cocina y el gran salón. Yo estaba que se me salía el corazón del pecho. Traté de relajarme y volví a la fiesta.
Había pasado demasiado tiempo, pero no podía preocuparme… yo tenía que seguir con lo mío. Hacía tiempo que había dejado de llegar gente así que me sorprendí cuando me avisaron de que había un chico en la puerta preguntando por mí. Será un primo que se ha enterado mal de la hora. Pensé. Y fui al hall bajando las escaleras por quinceava vez. Resbalé con los tacones y me di con la pared en la cabeza, nada grave, ni siquiera me dolía cuando me puse derecha. Llegué abajo, allí no había nadie, o eso creí yo, hasta que le vi. Estaba apoyado en la pared, detrás de la puerta abierta. No podía creerlo. No podía ser.
¡ESTO NO ERA REAL!

Capitulo 27



Me levanté de un salto. Tenía dieciocho años, era sábado. Por un momento todo era genial en mi cabeza. Bajé a desayunar. Mamá y Catherine me esperaban con tortitas y un regalo. Yo les sonreí a las dos.
Intenté escapar de los esperados tirones de oreja de mamá, pero no lo logré.
-Uno
-Dos
-Tres...
Todos y el último un golpetazo en la nariz.
Le di un abrazo y ella me echó nocilla en las tortitas y luego me dio el plato.
-Oye Catherine y como te va con Jonh

-Estupendamente pero se ha tenido que ir de viaje con su padre.

Estuve muy atenta a la conversación que tuvieron mi madre y Catherine. Luego me quise echar a reír. Era evidente que Jonh era un cerdo pero la única que se daba cuenta aquí era yo.

Seguí comiendo. Sonó el timbre.

-¡Abuelitaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Fui corriendo hacia sus brazos. Por poco me la cargo. Pero me hacía tanta ilusión verla.

Le quité el bastón de la mano y la senté en el sofá.

-Nicole que me vas a matar

-Tú tranquila abue que conmigo estas a salvo.

-Si sobre todo contigo-intervino Catherine

Catherine se dirigió hacia nosotras y se sentó encima de la abuela intentado estrujarle la cara. Yo me tiré encima y le ayudé a martirizarla.

-¡Niñas que me matáis!

Las dos estallamos en una carcajada.

El sol brillaba. Me asomé por la ventana de mi habitación. Era como si todo el mundo tuviese la misma felicidad que yo. Me sentía súper animada, con ganas de hacer todo. Era mi día nada podía salir mal.

Doscientas llamadas telefónicas con la misma conversación. Es la cosa más estresante de tu cumpleaños.

-Hola Nicole ¡Felicidades!
-Gracias

Me preocupaba aún más lo de mi padre le dije que la fiesta iba a ser sobre las nueve y le di la dirección del loca. Iría allí y vería a mi madre. Tenía miedo a que se montara un escándalo por mi culpa, pero por otra parte era mi padre y después de todo yo quería verlo. Por mucho que me haya metido esa puñalada en el estómago.

Fuimos a darle una vueltecita a la abuela, le queríamos enseñar Barcelona. Fuimos hasta el centro y estuvimos horas y horas paseando por calles estrechas.
La abuela estaba asombrada, todo le encantaba. Pero aún más que yo estuviese todo el día riéndome sin motivo alguno. Todo me parecía perfecto, absolutamente todo.

Fuimos a comer a una pizzería de la Avenida principal.

Nos atendieron realmente bien.

A medida que iba avanzando en día el corazón me latía más y más fuerte. Quería que todo saliera tan perfecto.

Fui a la peluquería. Me alisaron el pelo y me cortaron un poco las puntas.

¡ESTABA ATACADA!

Capitulo 26



Hace dos semanas que no los volví a ver. Justo desde aquel día en el que él, mi chico de las Ray-Ban o mejor dicho el cabrón de las Ray-Ban me sacó la lengua por la ventana haciéndome creer que yo estaba alucinando. Mi cumpleaños era mañana. Estaba algo nerviosa aunque no del todo. Ya tenía el local reservado y mi traje largo de color crema también. Podríamos decir que llevaba todo bajo control. Esta mañana había repartido todas las invitaciones en clase y ahora mismo estaba llamando a familiares para invitarles.
Había cogido la agenda de mamá y los estaba llamando a todos uno por uno. La mayoría estaban en Madrid como era de esperar. Unos me decían que si que vendrían que en el Ave se tardaba relativamente poco pero otros ponían mil excusas. Había algunos que ni se acordaban de quién era "Nicole" yo me reía y les explicaba toda la película familiar entonces ellos fingían un "¡Ah si ya lo recuerdo! pero decían que tenían cosas que hacer.
A mi me daba exactamente igual, sabía que ya tenía muchísimas gente. Justo cuando llegue al número de mi padre estuve un rato pensando en que si lo llamaba o no. Pero él se adelantó, sonó el teléfono y era él.
-Nicole cariño mañana es tu cumpleaños, por lo menos tendré que ir a verte. ¿Vas a hacer algo?.
Aquella frase que no entendí muy bien. Le conté todo lo de la fiesta y por supuesto le invité pero no le conté nada a mamá.
El día estaba siendo agotador había perdido la cuenta de con cuantas personas había hablado aquella tarde.

Mamá estaba aún más nerviosa que yo. En realidad es lo típico No sabía que ponerse, quería que todo saliera genial, me estaba poniendo realmente de los nervios.

-Mamá tranquilízate un poco, que esta todo bajo control.

-Mañana a las doce peluquería y ahora a las nueve tenemos la cito con los del catering.
-Ya mamá no soy tan tonta como para olvidar cosas así. Para un poco y siéntate.

-¿Cómo que me siente? ahora tengo que ir a comprarme un vestido o algo que ponerme, que con todo este lío no tengo nada.
-Bueno pues venga voy contigo.

Mamá subió a ponerse unos zapatos y algo con lo que poder salir a la calle, cogió el bolso, se pintó los labios. Abrió la puerta y nos subimos en el coche.

Íbamos a almacenes London, una tienda para señoras de su edad. La ropa era algo antigua pero estaba bien, para mi madre la veía estupenda. Lo que pasa es que a ella no le gustaba demasiado la ropa y siempre se lo quería quitar del medio.

Entramos en aquella tienda. Había muchísima gente, nos adentramos entre la multitud y comenzamos a mirar todas las perchas y los apartados.

-Mamá mira este vestido es perfecto.

-¿No es demasiado atrevido?

-No pruébatelo.

Entró en el probador. Le quedaba genial, justo como yo pensaba.

-¿Pero no es demasiado caro?

-Mamá pero el vestido te puede servir para más cosas.

-No sé yo.

-Llévatelo y no hables más.

-Me lo llevo porque lo dices tú.

Siempre tan indecisa, tan insegura de si misma.

Estaba reventada entre una cosa y otra no había parado en todo el día.
Me tiré en el sofá y empecé a ver la televisión.

Algo no me dejaba estar tranquila y no era que mañana tenía mi puesta de largo.
Melisa y Jonh habían desaparecido, llevaban dos semanas sin venir a clase y por lo que preguntaba a la gente nadie sabía nada de ellos.

Tampoco sabía como decirle a mamá que había invitado a papá.