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domingo, 9 de mayo de 2010

Capitulo 27



Me levanté de un salto. Tenía dieciocho años, era sábado. Por un momento todo era genial en mi cabeza. Bajé a desayunar. Mamá y Catherine me esperaban con tortitas y un regalo. Yo les sonreí a las dos.
Intenté escapar de los esperados tirones de oreja de mamá, pero no lo logré.
-Uno
-Dos
-Tres...
Todos y el último un golpetazo en la nariz.
Le di un abrazo y ella me echó nocilla en las tortitas y luego me dio el plato.
-Oye Catherine y como te va con Jonh

-Estupendamente pero se ha tenido que ir de viaje con su padre.

Estuve muy atenta a la conversación que tuvieron mi madre y Catherine. Luego me quise echar a reír. Era evidente que Jonh era un cerdo pero la única que se daba cuenta aquí era yo.

Seguí comiendo. Sonó el timbre.

-¡Abuelitaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Fui corriendo hacia sus brazos. Por poco me la cargo. Pero me hacía tanta ilusión verla.

Le quité el bastón de la mano y la senté en el sofá.

-Nicole que me vas a matar

-Tú tranquila abue que conmigo estas a salvo.

-Si sobre todo contigo-intervino Catherine

Catherine se dirigió hacia nosotras y se sentó encima de la abuela intentado estrujarle la cara. Yo me tiré encima y le ayudé a martirizarla.

-¡Niñas que me matáis!

Las dos estallamos en una carcajada.

El sol brillaba. Me asomé por la ventana de mi habitación. Era como si todo el mundo tuviese la misma felicidad que yo. Me sentía súper animada, con ganas de hacer todo. Era mi día nada podía salir mal.

Doscientas llamadas telefónicas con la misma conversación. Es la cosa más estresante de tu cumpleaños.

-Hola Nicole ¡Felicidades!
-Gracias

Me preocupaba aún más lo de mi padre le dije que la fiesta iba a ser sobre las nueve y le di la dirección del loca. Iría allí y vería a mi madre. Tenía miedo a que se montara un escándalo por mi culpa, pero por otra parte era mi padre y después de todo yo quería verlo. Por mucho que me haya metido esa puñalada en el estómago.

Fuimos a darle una vueltecita a la abuela, le queríamos enseñar Barcelona. Fuimos hasta el centro y estuvimos horas y horas paseando por calles estrechas.
La abuela estaba asombrada, todo le encantaba. Pero aún más que yo estuviese todo el día riéndome sin motivo alguno. Todo me parecía perfecto, absolutamente todo.

Fuimos a comer a una pizzería de la Avenida principal.

Nos atendieron realmente bien.

A medida que iba avanzando en día el corazón me latía más y más fuerte. Quería que todo saliera tan perfecto.

Fui a la peluquería. Me alisaron el pelo y me cortaron un poco las puntas.

¡ESTABA ATACADA!

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